El olor de la huida

olor

– Como las polillas que al verse sorprendidas en el silencio de la habitación buscan la luz de la lámpara, como las moscardas veraniegas que una y otra vez vuelan hacia el cristal de la ventana dándose un topetazo tras otro… Así me siento a veces en mis caminatas de confinamiento. Voy de la ventana al balcón buscando la salida, la luz…

– En “Ventanas de Manhattan” escribe Muñoz Molina que tras el ataque y la caída de las Torres Gemelas de Nueva York uno de los olores más definidos, más persistentes, era el olor a cenizas mojadas. Cuando todo esto haya pasado hay algo que no olvidaré: el olor del jabón con el que me estoy lavando las manos.

– Esta maldita epidemia me ha hecho recordar el título de un libro de Fred Vargas que leí hace ya un tiempo, uno de la serie policiaca del comisario Adamsberg. Se titula “Huye rápido, vete lejos”. En la reseña del mismo escribí lo que sigue: “El título viene del latín “Cito, longe fugeas et tarde redeas”, uno de los consejos que los tratados medievales sobre la peste daban al personal cuando la plaga se desplegaba por Europa.” Bien, “Huye rápido y lejos, regresa tarde” decía el consejo medieval. De esta peste hemos huido tarde y no sabemos cuándo regresaremos.

– Quienes se reunieron hace treinta años en la cabaña del Turmo… hoy tampoco podrían hacerlo.