Ventanas y balcones

Escribía Muñoz Molina hace unos días un artículo titulado Por la ventana. En El Ilustre Cenáculo, lugar en el que se sigue rindiendo homenaje al escritor que durante un tiempo nos acogió en su casa virtual enlazando sus artículos, dejé escrito lo que ahora hago extensivo para los lectores de La Girola.

De niños no hacía falta asomarse a la ventana para ver lo que pasaba en la calle, para ver quien pasaba por la calle. Éramos niños de la calle, ese sintagma que con el tiempo vino a significar algo tan distinto de lo que para mi infancia representa. Éramos niños que jugábamos en la calle durante el día; y por la noche, en las noches de verano, seguíamos haciéndolo hasta que la calor «aflojaba». Nos sentíamos observados a través de la ventana de la vecina solterona que, ligera de quehaceres domésticas, ejercía de ojeadora y gruñona a la par.
De joven, siendo estudiante de magisterio, nos asomábamos a las grandes ventanas de aquel piso de la Avenida Granada para atisbar las ventanas de enfrente, las ventanas de pisos de «estudiantas». Era el inicio de un voyeurismo sencillo, casi inocente, que algún compañero de piso elevó de categoría proporcionando al grupo unos prismáticos de algún familiar cazador.
Fueron pasando etapas de la vida y el balconear se hizo rutina en los días de verano que comenzamos a vivir mirando al Mediterráneo. Esos días, este año han alcanzado el récord de cincuenta, de los cuales muchas horas han sido horas balconizadas, horas de evasión mirando a los que pasaban enmascarillados por el jardín, a los que se dirigían a la playa… Pura observación y dejadez mental.
Y desde que Esto comenzó, desde aquel mediados de marzo, sí que he mirado mucho a través de la ventana, sí que he descorrido suavemente las cortinas, cual si fuese un espía vecinal, para ver lo que pasaba fuera. Pero, apenas pasaba nada, apenas pasaba nadie. He oteado las cuatro esquinas que puedo ver asomándome a una u otra fachada, he mirado el parque con su zona infantil clausurada desde hace tantos meses, he visto el azahar de los naranjos caer en silencio y he imaginado lo que no sucedía. Qué mejor ejercicio que mirar a través de los hierros de la ventana e imaginar lo que pudiese estar ocurriendo en el interior de las casas cerradas, de los balcones con las persianas bajadas que tan sólo se abrían unos minutos al día.

El paso del tiempo

pasoEn el coloquio que sobre la relatividad de la pobreza hubo hace unos días en El Ilustre Cenáculo, y del que ya di cuenta aquí, se habló también del paso del tiempo. Dos aportaciones:

1. Si la pobreza es un sustantivo cargado de relatividad, qué decir del paso del tiempo. De la velocidad de carruaje que el paso del tiempo tiene en la infancia pasamos a la velocidad supersónica, cuando la juventud ya es pasado.
Y no solo es el componente «Velocidad», es la sensación que uno tiene de no haberse dado cuenta de que el tiempo pasó. Recuerdo que en su anterior libro, Un andar solitario entre la gente, Antonio Muñoz Molina tenía esa sensación, ese desfase, esa foto descuadrada, en una charla con el marido de una sobrina. Lo he buscado porque explicaba perfectamente lo que otras veces he sentido (recuerdo que ambos somos de la quinta del 56) cuando uno trata de asimilar que no es el joven que fue:
«Con el paso de los años la percepción de la propia edad se desconecta de la edad verdadera. La edad verdadera sigue avanzando pero la percepción se detiene, no en la plena juventud, lo cual podría ser fácilmente desmentido, sino más tarde, en torno a los cuarenta años. Él tendrá poco más de treinta: a mí me parece que no hay demasiada distancia entre él y yo, quizás la que yo tendría con un amigo algo más joven, pero no tanto como para pertenecer a otra época, a otro mundo. Lo cierto es que la camisa ligera y la camiseta, las zapatillas de deporte, lo fluido de la conversación, nos permiten, o me permiten a mí, una cercanía ilusoria. No soy un amigo algo mayor. Puedo ser su padre.»
Pues eso.

2. Y sobre el paso del tiempo hay un poema que leí hace poco y que me gustó. Es de Tomas Tranströmer y se titula “La suma de ellos”:

Siempre nos sentimos más jóvenes 

de lo que somos. 

Llevo dentro de mí 

mis rostros anteriores, 

como un árbol contiene sus anillos. 

La suma de ellos soy yo. 

El espejo no ve más que 

mi último rostro, 

mientras que yo conozco 

todos los anteriores.

La relatividad de la pobreza

pobrezaEn El Ilustre Cenáculo, foro en el que cada vez participo menos (y no sé por qué), surgió el asunto de la pobreza. El origen del debate era el artículo de Antonio Muñoz Molina titulado: Salir corriendo.

Dejo aquí algunos de mis comentarios:

1. La pobreza es un sustantivo cargado de relatividad.
Mi infancia familiar es parecida a la de AMM. Mi padre comenzó a ser un pequeño agricultor con una parcela heredada, igual que sus numerosos hermanos y  hermanas, de mi abuelo. No pasábamos «necesidades» como muchos de mis amigos de la calle. Pero yo no me sentía un niño rico comparado con otros compañeros de colegio.
Tampoco estudié con beca. Esa pequeña propiedad lo impedía. Y en mi juventud, esa responsabilidad que te inculcaban para no suspender y «perder el año», ese tener la necesidad de aprobar si querías seguir estudiando, seguía haciendo que uno no se sintiese pobre pero tampoco un privilegiado.
Creo que por ahí va ese sentimiento de AMM.

2. Sap escribió:
«Escribo «pobre» y «pobreza» entre comillas por lo sujetos que están estos términos a la relatividad como recuerda Maese Nicolás. Seguro que AMM era un potentado al lado de un gitano de los que vivían en mi barrio bajo un puente.»
Sap, en El viento de la Luna:
«Me trastorna cada día una gitana muy joven, casi rubia, con los ojos muy claros, que se sienta al atardecer en la puerta de su chabola a darle de mamar a un bebé. Despeinada, los mechones rubios sobre la cara delgada, sin más vestido que una bata abierta, con las piernas separadas, los pies sucios sobre la tierra. Es la más joven y la única rubia en esa callejuela donde sólo viven familias gitanas. Me voy acercando, montado sobre el mulo, al regreso de la huerta de mi padre, y nada más enfilar la calle ya siento la erección, y empiezo a buscar la cabeza rubia y la figura delgada entre la gente pobre que toma el fresco o se espulga o cocina algo a la puerta de las chabolas.»
Ahí está la relatividad de la pobreza.

3. Y ahora pienso en una de las frases que más me han gustado del artículo:
«Ser pobre es un gran correctivo para el libertinaje.»
Es una sentencia que tiene gran parte de verdad y algún que otro «pero…». Como todo en esta vida. Está claro que así fue para AMM. También para mí. Los veinte duros que me daban para la semana el primer año que me fui a estudiar a la capital no facilitaba el caer en la «mala vida». Pero, a otros les daban lo mismo y consiguieron escapar de la rutina del estudiante que, aparte de alguna noche loca, tenía como obligación  aprobar el curso si no quería acabar trabajando en el campo. Algunos de esos «pobres» que supieron salvar ese obstáculo y cayeron en el «libertinaje» lo hicieron previo paso por la delincuencia.

4. Entiendo a AMM, entiendo esa repetición (que no creo tan exagerada) sobre este asunto. Y lo entiendo porque es consecuencia de un dicho muy importante para los que fuimos niños en los sesenta: «Salir de pobre».

Se salía de pobre escapando de la pobreza y la dureza del trabajo en el campo, aunque fuese escapando a la ciudad para trabajar en fábricas casi esclavistas, comprarse un pisito y volver al pueblo con unos botes de colonia para regalar a los que se habían quedado. Se salía de pobre montando un taller de reparaciones de los primeros electrodomésticos, aquellas lavadoras y frigoríficos indestructibles, y la venta de televisores en blanco y negro. Se salía de pobre estudiando una carrera y haciéndote funcionario o encontrando un trabajo en un banco (el ideal de nuestros padres). Se salía de pobre escribiendo y creando un mundo propio que te llevaba al éxito, para seguir escribiendo lo que te apetecía, y convertirte en un autor universal.
Cómo no va a estar orgulloso y declararlo a los cuatro vientos. Quién no lo haría de cuando en cuando.

Supremacismo (y catetismo)

supremacismoMaese Nicolás: Los primeros signos de supremacismo «catalán» creí detectarlos siendo muy joven. Era un supremacismo simple, algo cateto (del catetismo de aquellos años finales de los sesenta y primeros setenta). Era ese creerse algo más, alguien más, de algunos (repito, algunos) paisanos (familiares incluidos) que regresaban en verano al pueblo alabando aquella Cataluña (que uno admiraba en libros y canciones) pero despotricando contra la tierra y las gentes de donde salieron. Ese pasar de ser un don nadie a ser un DON NADIE revestido por unas palabras en catalán.
Más tarde tuve «sospechas» de ese creerse superior de algunos catalanes-catalanes, pero nunca creí que podría verlo subido a la tarima del Parlamento de Cataluña siendo proclamado  President.

Sap: El fenómeno que describes y que yo llamo «mal del emigrante» era, en efecto, fácil de observar en verano. Y digo «era» porque en mi laboratorio de observación, o sea, mi poblado consorte y mi barrio infantil, ya van quedando menos de estos veraneantes al haberse hecho muy mayores o sencillamente, porque han muerto.
Pero creo que el fenómeno era extensivo a todos los territorios de acogida, no solo a Cataluña, aunque eran más visibles por numerosos los que allí se fueron a trabajar.
En las noches de verano en el chiringuito de María del Mar fui testigo de desplantes que llegaban a ser cómicos por parte de lugareños reconvertidos. Fíjate Maese, que incluso escuché a uno en una ocasión (hijo y nieto de mineros) de por qué seguíamos bebiendo la cerveza tan fría.
Como decía mi padre, al que Dios tenga en su gloria, «no hay na peó qu’un pobre jarto pan«.

Carmela: Un fin de semana de hace más de 20 años coincidí en Barbate con la amiga de una amiga que había emigrado a Sabadell o Badalona, no recuerdo, y que había vuelto de vacaciones. Después de saludarla le hice la típica pregunta:
-¿Qué, contenta de estar otra vez en tu pueblo?
Me miró como si yo fuera una extraterrestre y me contestó:
-¿¿¿Yo??? Cuando llegué sentí el mismo asco que cuando me fui.

Maese Nicolás: Carmela, Sap… Y luego están los hijos de… Los hijos de aquellos emigrantes que hicieron carrera en aquella tierra. Pienso en ese Rufián y en ese joven cupero que habla de forma acelerada, Vidal Aragonès. Son hijos de gentes que llegaron desde Alcaudete (buenos dulces navideños) o desde Calzada de Calatrava (tan manchega). De Rufián qué se va a decir que no haya dicho ya él. A este Aragonès (manchego de origen y tilde catalana) le he escuchado varias veces y hay algo que me llama la atención: ante diversas preguntas comprometidas que ponen en cuestión el apoyo de la CUP a gentes corruptas, de la «burguesía explotadora» y ahora a un xenófobo, siempre responde: «Hemos hecho una excepción…». Debe ser que su vida es un conjunto de hechos excepcionales, que no tendrá vida rutinaria.
Cuando escucho nombrar a los diputados del Parlament para que emitan su voto llaman mi atención esos hermosos apellidos catalanes (con su i de nexo entre el primero y el segundo) entremezclados con apellidos de recia sonoridad castellana. Me acuerdo de esa canción de Pedro Guerra, Contamíname, y pienso en el asco que debe sentir el nuevo y poco honorable President.

PS. Todo esto, y mucho más, en En El Ilustre Cenáculo.

La luz que los guía

la luz

Como cada mañana de sábado leo la columna de Savater en El País. En la de ayer, además del texto savateriano, me gustó la fotografía que lo acompañaba; la foto es de Susana Vera. El pie de foto dice: Gente en la calle en Barcelona. Yo la titularía «La luz que los guía». Y esto es lo que me sugiere:

Entre las sombras de la noche caminan los poseídos. Una mujer mira al suelo por un momento, su fe no debe ser ciega aún y teme caer, golpearse contra la dura realidad. Un hombre mira hacia el lado, trata de afianzar su camino buscando la complicidad de alguien del grupo; debe ser otro iniciado al que todavía le queda alguna pequeña duda de que ese es el camino que le lleva al Paraíso; incluso su indumentaria parece delatar su incompleta ortodoxia. Pero, el resto del grupo es homogéneo, compacto, sólido como roca granítica, caminan con paso firme guiados por la luz de la única estrella que admiten en su universo. No dudan, caminan con la cabeza erguida porque se creen superiores, saben que su Edén, que ellos llaman República, está a la vuelta de esa esquina. Y así, iluminados, piensan en llegar a ese huerto edénico, que labrarán en surcos tan extensos hasta convertirlo en la Gran Huerta, que ellos llaman Països. Y ustedes no lo ven pero ellos sienten caer sobre sus hombros pétalos de rosas que aromatizan sus esfuerzos, sienten ligero su caminar cual si andasen por mullidas alfombras en lugar de por calles estrechas y empedradas a conciencia por quienes somos incapaces de ver esa luz.

En El Ilustre Cenáculo puede encontrarse este texto y los comentarios que suscitó.

Vírgenes con Niños (y qué niños)

Vírgenes
Virgen de la Servilleta (Murillo) – Virgen de Melun (Fouquet)

Hablando en el foro de El Ilustre Cenáculo sobre lo bueno que tiene este país la coforera Carmela aportó que, para Lonely Planet, Sevilla era la mejor ciudad para viajar en 2018. Entre los motivos para esa elección estaba la Exposición “Sevilla/Murillo 400 años”. Y se habló de ello:

Sap: Hay que pensar que Bartolo Murillo fue el pintor español no solo más apreciado, sino el más cotizado en el mercado internacional del arte de su siglo y los siguientes, hasta que la crítica rescató la figura de Velázquez, ante la que todos los demás pintores palidecen (solo, a mi juicio, puede igualársele Rembrandt).
A su favor, tenía Murillo la facilidad de «lectura» de su obra, tan básicamente devocionable y reconocible por eso que se ha dado en llamar, «el pueblo llano». Pero ese mismo favor, actuó a la vez en su contra: Murillo fue reproducido sin tasa en las más infectas estampas, calendarios y cubiertas de cajas de mantecados de Estepa y de membrillo de Puente Genil.
Con todo, me parece un artista, que fuera de sus Inmaculadas, Sagradas Familias y pícaros callejeros, tiene obras valiosas. Mi favorita es la humilde «Virgen de la Servilleta», una obra intimista donde, ¡por fin!, aparece en la Historia de la Pintura, un Niño Jesús que parece un niño y se mueve como un niño.

Maese Nicolás: En mi visita murilloniana a tu ciudad ya destaqué esa Virgen de la Servilleta. Después de ver tantos Niños que dan miedo (aviejados, de rostros alienígenos, etc.) uno se embelesa con el de la Servilleta y vuelve a creer en la procreación.

Sap: Dentro del género de las Madonas con Niño Monstruito, una de mis criaturitas favoritas es la que porta la llamada Virgen de Melun (Jean Fouquet, h. 1450), que más debería llamarse Virgen de Melón de Silicona.
El Divino Nene, que ya aparece medio criao, tiene cara como de notario escandinavo, ¿verdad? Seguro que este niño, en vez de jugar al aro o a las canicas, se entretenía leyendo el Código Civil.

Maese Nicolás: De mis tiempos de maestro de Ciencias Sociales en EGB recuerdo que cuando tocaban los temas de arte les ponía a mis alumnos sesiones de diapositivas. Estoy hablando de aquellos tiempos en los que no había ni siquiera vídeos VHS. Cuando alguna diapositiva mostraba una de esas Vírgenes con niños horripilantes las risas eran imparables. ¿Por qué son tan feos, maestro?, preguntaban.
Les explicaba que en el arte medieval y primer Renacimiento había teólogos que pensaban que el Niño había nacido ya formado como si fuese una persona mayor y que luego fue creciendo en estatura. Y que la pintura reflejaba esa idea. Que por eso había Niños Jesuses incluso con calvicie. También les explicaba que ya en el Renacimiento muchos pintores estaban obligados por sus mecenas a tomar como modelo a los hijos de estos o de sus familiares. Y que… niños chicos feos también los hay.

Marca España (a nuestro pesar)

marcaCansado de la matraca independentista, harto de que en mis duermevelas aparezca ese señor con pelamen bruselense, hastiado de las corruptelas de nuestros gobernantes, aburrido de las simplezas de quienes pretenden serlo, fastidiado por tantos agoreros que predicen todos los males para esta vida que nos queda por vivir Aquí, sobrepasado por los derrotistas que solo ven lo peor… me enteré el otro día que un español llamado Regino Hernández, nacido en Ceuta y residente en Mijas (Málaga) ganó la medalla de bronce en snowboard cross en los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebran en Corea del Sur. Para los que no entiendan de deportes de invierno les comento que la prueba consiste en una carrera, montaña nevada abajo, en la que seis jóvenes se deslizan sobre una tabla. Repito: montaña nevada, deportes de invierno… Y gana una medalla un chaval  de cuna ceutí y residencia en la Costa del Sol.

Pensé que algo así era todo un ejemplo de esa Marca España que algunos tratan de desprestigiar  últimamente. Esa idea la planteé en el foro de El Ilustre Cenáculo, lugar de encuentro virtual en el que suelo participar. Me surgió la idea viendo Late Motiv de Andreu Buenafuente. En ese programa cada vez que dan una noticia en la que el Estado de Aquí, sus gobernantes o ciudadanos, hacen el ridículo aparece en pantalla una especie de sello con tinta roja y amarilla y las palabras Marca España que se deshace. Por ejemplo, si el AVE que va de estreno  a Castellón, con Rajoy en plan promoción, se estropea… Marca España deshaciéndose.

Llamé a mi idea «Marca España (a nuestro pesar)», con el objetivo de resaltar lo positivo de nuestro país y sus gentes. Se trataría de destacar que tenemos también motivos para sentirnos orgullosos (a pesar de todo lo negativo que nos rodea), como ciudadanos y como país, de muchas de las cosas que hacemos.  Otro ejemplo:

Entre la degradación del medio ambiente, en medio de la contaminación que sobrevuela Madrid y otras urbes, tenemos el tercer pueblo en el mundo con el aire más limpio, solo superado por Muonio, en Finlandia, y Norman Wells, en Canadá. El lugar se llama Campisábalos y está en la Sierra Norte de Guadalajara. Lo que no he encontrado es el por qué de su nombre. Pensaba en un campo de sábalos, creyendo que esto último era una especie de arbusto propio del lugar o alguna leguminosa que se sembrase en esas tierras. Pero, no. Resulta que un sábalo es una especie de pez. Así que sigo en mi ignorancia toponímica. De cualquier forma, tener un pueblo medalla de bronce en pureza del aire compitiendo con Finalandia y Canadá, es pura ME (anp).

Luego, llegaron más noticias de esta Marca España (anp): sanitarias, ecológicas, artísticas, humorísticas…

Todo ello en: http://ilustrecenaculo.foroactivo.com/t39-marca-espana-a-nuestro-pesar

Un anuncio muy pictórico

anuncioQue la publicidad televisiva se convierte en un tostón cuando uno está viendo algo interesante es algo que me parece indiscutible. Pero, no es menos cierto que a veces uno se siente sorprendido por el fogonazo de brillantez que transmite uno de esos anuncios. Hay algunos que te enganchan, que llaman tu atención por la originalidad de la idea o por las imágenes que utilizan para ese vil objetivo que es llevarnos al más denigrante consumismo que nos quiere imponer el sistema capitalista, que diría un nostálgico de los años setenta o una diputada de la CUP.

Viene esto a cuenta porque en El Ilustre Cenáculo, foro en el que nos hemos refugiado los antiguos visitantes del blog de Antonio Muñoz Molina, se comentaba sobre este asunto de la publicidad televisiva.  Así que…

Maese Nicolás: Aunque en la televisión que veo suelo eliminar la publicidad (es lo bueno de verlo grabado o descargado) siempre se cuelan algunos anuncios. Y siempre hay uno que es mi preferido y otro que detesto. Es como un juego en el que el mejor y el peor anuncio van desapareciendo y otros vienen a ocupar esos lugares.
Como peor tengo varios actualmente y como mejor (que es lo interesante), el que más me gusta de los vistos últimamente, es el de un coche muy relacionado con la pintura.
Como juego propongo hacer una lista con las recreaciones pictóricas que aparecen en el anuncio. Diré uno muy evidente: Los girasoles (Van Gogh).

  1. El anuncio del que hablaba (por si ustedes quieren participar en el juego) era este:

En “El Ilustre Cenáculo”:  http://ilustrecenaculo.foroactivo.com/t33-el-cupido-cotidiano#575

Ocultarse o esconderse

ocultarseMaese Nicolás: El silencio lo encuentro en el ángulo más agudo del parque que hay frente a la casa. A media mañana de cualquier día lectivo, en esa esquina, el ruido del mundo queda lejos. Tan solo el trino de algún pájaro y el sonido apagado de un vehículo rompen tímidamente ese silencio. Y si quiero un silencio absoluto me voy al campo, me siento a la sombra del almendro amargo si el sol aprieta, me pongo en la recacha soleada de la cochera para que el viento que entra por la era como por su casa no me azote… y me oculto del mundo.
Sí, Montaigne decía: «Il faut cacher sa vie» (Hay que ocultarse). Y quién no se ha ocultado alguna vez a lo largo de su vida. Los que no somos de espíritu atrevido, amantes del riesgo y situaciones comprometidas, lo hacemos bastante. Pero, no siempre se puede. Hay veces que hay que mostrarse para que no haya confusión. Porque hay ocasiones en los que ocultarse no es sinónimo de esconderse.

Sap: Ahí le has dao, Maese. Con frecuencia confundimos ocultarse con esconderse. La primera es una acción más sutil; tanto, que incluso podemos ocultarnos y ser visibles. La otra acción en cambio, necesita de la cubrición, del taparse bajo la manta.

Maese Nicolás: Entre la sutileza de las acciones y las sutilezas del lenguaje uno no sabe si ocultarse, si esconderse… Para mí, lo que hace nuestro ex anfitriomm, y lo que hacemos casi todos de cuando en cuando, es aquello que escribió Fray Luis de León:

«¡Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruido,

y sigue la escondida

senda, por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido;»

Albertiyele: Todos nos hemos ocultado alguna vez, sí. Algunos hasta parece que hemos vivido más de media vida escondidos abajo de la cama, protegiéndonos de quién sabe qué. Pero hay un momento en que irremediablemente te das cuenta de que lo que te tiene que encontrar te encuentra por mucho que te ocultes y te escondas. Así que mejor vivir, sin ocultarse tanto. Muchas veces en silencio, pero sin dejar de tener los ojos y los oídos bien abiertos. El mundo no se detiene porque nosotros nos ocultemos. Siguen pasando cosas. Y ya tendremos tiempo de estar ocultos, callados, sin enterarnos de nada.

Maese Nicolás: Así es, Alicia. Incluso aquello que tratamos de ocultar «borrándolo» de la memoria, ese mundanal y personal ruido del pasado, acaba encontrándote reapareciendo en forma de tormento nocturno, en forma de esas pesadillas que te devuelven de la peor manera, con añadidos fantásticos incluidos, aquello que creías haber dejado atrás.
Y por lo que veo es algo que se hace más frecuente con el paso de los años. No solo se acumula el colesterol.

En “El Ilustre Cenáculo”: http://ilustrecenaculo.foroactivo.com/t9-hace-falta-ocultarse-babelia-24-enero-2018#205

Imaginando la realidad

 

clip_image002Maese Nicolás:

La lectura evade de este vértigo político en el que vivimos. La escritura también. El problema viene cuando lees o escribes y el peso de la realidad transforma eso que lees o escribes y te lo devuelve, como si fuese un espejo, convertido en más vértigo. Como si los fantasmas de un sueño se hiciesen realidad.

Me gusta escribir micro cuentos. Me gusta releerlos para ver si se pueden aplicar a alguna situación cotidiana de la vida. Estos días escribo y releo algunos, con asuntos muy diferentes, y el espejo me los devuelve transformados en assumptes.

Por ejemplo, los que siguen. Los escribí hace tiempo, los leo ahora y … que cada cual imagine lo que su imaginación le permita.

Asunto: La distopía
Desde la ventana de su hogar, en el vigésimo quinto piso, veía un paisaje bucólico. Pero no había escaleras ni ascensores para bajar.

Asunto: Los vecinos
Como no tenía vecinos le hablaba a un balón. Pero no vivía en una isla desierta. Vivía en una urbanización inacabada.

Asunto: La fiebre
Rechazó el tratamiento médico para combatir la fiebre que le provocaba alucinaciones porque con ellas se sentía libre.

Asunto: Los lápices
Fue dejando un rastro de virutas de sus lápices de colores hasta el borde del precipicio. Justo en el borde le sacó punta al lápiz gris.

En el Blog de Antonio Muñoz Molina: Frente a la música