¿Quién debe cenar con…?

Algunos políticos, ante la insistencia de los periodistas, han hecho públicos los nombres de las personas con las que van a cenar en Nochevieja. Como verán son personas con las que nuestros gobernantes mantienen amistad, relación familiar, etc. Lo que todos hacemos, pues, al fin y al cabo, nuestros políticos no dejan de ser personas como nosotros. Vean con quienes cenarán la última noche del año:

– El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cenará con: un/a vicepresidente/a, Iván Redondo, un diputado del PNV, Errejón o Baldoví dependiendo si el vicepresidente que asiste es Iglesias o no, el diputado de Teruel Existe.

– El vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, cenará con: un experto en series de televisión, un diputado de Bildu, Rufián, Echenique, una ministra de Unidas Podemos que no sea Yolanda Díaz,

– El presidente del PP, Pablo Casado, cenará con: un presidente de comunidad autónoma gobernada por el PP, por sorteo, a excepción de Feijoo y Díaz Ayuso, Díaz Ayuso, el alcalde de Madrid, Cayetana Álvarez de Toledo,  Mariano Rajoy (¡Cayetana, alégrese, mire usté, qué es Nochevieja!)

– El presidente de Vox, Santiago Abascal, cenará con: un torero, un cazador (puede ser también rey emérito), un militar retirado y nostálgico de otros tiempos, un caballista jerezano, la diputada de Vox que más veces haya pronunciado durante el año la expresión “feminazi”.

– La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, cenará con: la mitad de su grupo parlamentario.

– El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, cenará con: el vicepresidente de la Junta, por sorteo un consejero de su gobierno que no sea el de Salud, Jesús Aguirre (Consejero de Salud), un campanillero y el miembro de un coro rociero que sepa tocar la zambomba, la pandereta, la botella de anís…

– La ministra de Igualdad, Irene Montero, cenará con: una mujer lesbiana, una mujer transexual, una mujer bisexual, una mujer, un hombre (que sea vicepresidente del Gobierno).

Si se han fijado bien, cada dirigente ha nombrado para compartir esa cena a cinco personas de su confianza y amistad. Pero, en una loable decisión de acercarse a la ciudadanía han decidido que los otros cuatro comensales (hasta completar el número de diez permitido) podrán ser elegidos por la población a través de las páginas webs de las instituciones y partidos políticos en un enlace titulado “Quién debe cenar con…”, como el que pueden ver en la imagen de arriba que es la de Presidencia del Gobierno. Admirable gesto de democratización ciudadana que es más de agradecer en fechas tan entrañables. A partir de ahora pueden ustedes votar para elegir al resto de comensales de nuestros gobernantes pues las páginas webs de Presidencia del Gobierno, Junta de Andalucía, Partido Popular, etc. ya tienen activos los enlaces “¿Quién debe cenar con…?”. Animénse. Yo, ya lo he hecho.

Debate de Nochebuena

Veo un vídeo casero del vicepresidente Iglesias en el que dice que el mensaje de Nochebuena del Rey abrirá en las casas un debate sobre Monarquía-República y que los españoles se harán una pregunta: si son monárquicos o son republicanos.

Agradezco al Vicepresidente que aporte ideas para debatir en Nochebuena. Pero, teniendo en cuenta las actuales circunstancias pandémicas, me parece que el personal va a debatir más sobre la nueva cepa del virus, sobre el uso de los distintos test, etc. Y, aunque, el número de personas que se podrán reunir sea menor que otros años, se seguirá debatiendo asuntos transcendentales como el nombre que hay que dar a ese plato tan deseado… ¿gambas al pil pil o gambas al ajillo?, si el fútbol sin público ¿es fútbol o videojuego?, o si hay que mantener fidelidad a los bombones de chocolate negro o catar los de chocolate desvirtuado con otros ingredientes.

Asuntos para debatir hay muchos y variados pero no me imagino a quienes estén preparándose para cenar esgrimiendo razones políticas a favor y en contra de una u otra forma de Estado; no espero escuchar esta noche en el vecindario gritos de ¡Viva la República, abajo el Rey! o ¡Dios, Patria y Rey!… Al menos, yo no pienso hacerme esa pregunta que lanza al viento navideño nuestro vicepresidente, acodarme en la mesa junto al plato de jamón mientras poso mi mejilla en la mano y me cuestiono si soy monárquico o republicano cual si fuese un Pensador de Rodín, puesto que siempre he dicho, como cantaba Facundo Cabral, que no soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir, y ser feliz es mi color de identidad.

Además, puestos a debatir cuestiones históricas/políticas yo me remontaría a la Casa de Trastámara y contrastaría la monarquía de los Habsburgos con la de los Borbones, reflexionaría si me apuntaba al bando isabelino o al carlista, me pensaría si la elección de Amadeo de Saboya en lugar del duque de Montpensier favoreció la llegada de la Primera República, etc. Tras reflexionar sobre tales cuestiones llegaría al dilema que nos presenta el Vicepresidente con la mente a punto de explotar, abandonaría esas tesituras y me tomaría un alfajor de mi pueblo con una copita de anís El Mono, ingesta de dulce castreño y trasiego de alcohol anisado capaces de hacer olvidar la matraca vicepresidencial.

Qué ustedes debatan en paz y ¡Feliz Nochebuena!

Noticiario casi verídico de un reportero aficionado – 13

Este reportero es aficionado a guardar titulares que nunca llegaron a publicarse, noticias que se quedaron en el limbo de la información perdida y que de haberse publicado podrían haber cambiado la realidad, informaciones verídicas hasta el punto de que puedan parecer inverosímiles (y viceversa), en fin, lo que podríamos llamar desechos noticiables, basura (en el buen sentido) de la actualidad… Por ejemplo:

– El hombre que se puso la primera vacuna contra la covid-19, míster William Shakespeare, ha declarado que apenas ha sentido nada tras la inoculación y que, por supuesto, no piensa, a su edad, dedicarse a escribir obras de teatro.

– La oficina de prensa de Loterías y Apuestas del Estado nos confirma que los números terminados en 19 y 20 estarán, como siempre, en el bombo de la lotería de Navidad.

– El presentador de Cuarto Milenio afirma tener pruebas psicofónicas que confirman la presencia fantasmagórica de la enfermera Isabel Zendal en el hospital que lleva su nombre. La presidenta Isabel Díaz Ayuso también lo confirma.

– Donald Trump mandó construir en la Casa Blanca una “habitación del pánico” tras las elecciones estadounidenses. Biden se teme lo peor.

– Fuentes oficiales de Moncloa desmienten que el hecho de que el vicepresidente Iglesias no fuese a viajar a la suspendida cumbre bilateral con Marruecos tenga algo que ver con la expresión “bajarse al moro” que el Vicepresidente usó de manera irónica en el último Consejo de Ministros.

– Preguntado por los chats de ex militares en los que se habla de golpe de estado y fusilamientos, el dirigente de Bildu, Arnaldo Otegi, ha sorprendido usando como respuesta un refrán español: “Perro ladrador, poco mordedor”. Y luego ha añadido algo en voz baja y entrecortada de lo que sólo se ha entendido algo sobre tiro en la nuca.

– El papa Francisco ha deseado una feliz Navidad urbi et orbi, «a pesar de la pandemia y de que este año se nos fue el Diego«, ha añadido.

– La Real Academia ha comunicado que en la próxima revisión del Diccionario de la Lengua Española incluirá una nueva acepción del término “allegado”: Persona que en tiempo de pandemia, confinamiento y restricciones puede ser el comodín en reuniones familiares.

– Fuentes nos confirmadas nos confirman que un ciudadano del que sólo se conocen sus iniciales, J. C. de B y B., es el organizador de la exitosa campaña que Unidas Podemos desarrolla para la llegada de la República.

¿Cuántos años dice usted que hacen falta…?

No recuerdo quien dijo que las heridas de una guerra civil (en cualquier país) necesitan cien años para cicatrizar. Echo cuentas y calculo que Aquí faltan unos dieciocho años para que se cumplan los cien del final del último enfrentamiento bélico en el que nos matamos unos a otros. Cierto es que esa última guerra tuvo un largo epílogo en el que los vencedores siguieron reprimiendo a los vencidos. Pero, hace ya cuarenta y cinco años que el vencedor/dictador murió y, cuando parecía que el proceso de cicatrización comenzaba a ser una realidad, siguen apareciendo, saliendo de no sé qué cavernas inmundas, gentes que se empeñan en que las heridas sigan abiertas.

Entre esas gentes hay unos que parecen querer cambiar el resultado de aquella guerra que sus predecesores ideológicos perdieron, entre otros motivos porque se llevaban mal entre ellos (por decirlo con suavidad). Y están los otros, los que siguen empeñados en seguir clamando a los cuatro vientos que ellos fueron los vencedores y para hacerlo vociferan en los escaños con más o menos disimulo e incluso  hacen suyos los ruidos de sables oxidados. Anda y qué les den (con perdón) a unos y a otros. Si no quieren que sus heridas cicatricen sigan hurgando en ellas; pero, no lancen navajazos al viento porque siempre pueden herir a quienes no andan metidos en sus trifulcas guerra civilistas. Porque, aparte de los unos y los otros, también estamos los demás, los que aborrecemos en silencio (o en desahogos escritos como éste) sus furias y sus memorias malintencionadas, sus derrotas rencorosas y sus victorias opresoras. Y si no quieren abrazarse, no lo hagan. Pero, al menos, respétense, respétennos.

Patrias y mandangas

El episodio seis de la serie de televisión Patria, basada en la novela del mismo título de Fernando Aramburu, se titula “Patrias y mandangas”. Ya saben que mandanga, significados coloquiales aparte, es aquello que tiene poca importancia. Me llamó la atención el título de ese episodio porque algunos de los personajes de la serie matan (otros colaboran, otros callan, otros sufren…) por construir una patria, la patria vasca. Me llamó la atención esa contraposición de significados en dos palabras: la patria, lo sublime, lo más importante, aquello por lo que hay que luchar, matar y morir; la mandanga, lo banal, lo insustancial, lo más insignificante, aquello por lo que no merece la pena ni la más mínima discusión.

O quizás fuese que no hubiese contraposición sino suma de significados iguales, que la patria es también una mandanga, una idea baladí por la que, repito, no merece la pena ni la más mínima discusión. Y mucho menos matar o morir por ella tal como hacían hasta hace pocos años aquellos gudaris del terror, aquellos patriotas vascos.

Unas semanas después de ver la serie debatí con algunas personas sobre ella, sobre el mensaje tan real que esa ficción televisiva mandaba con crudeza al espectador, sobre la exposición del sufrimiento que habían padecido las víctimas de ETA y el comportamiento de aquella sociedad (el episodio cinco se titule “El país de los callados”) ante el desamparo que esas víctimas, incluidos familiares y amigos, sufrieron.

Pues bien, tal debate derivó hacia una especie de  análisis técnico cinematográfico en el que lo importante parecía ser si la presencia casi constante de la lluvia en la serie era exagerada, si la mujer del asesinado y la madre del terrorista son el prototipo de la mujer vasca, si los terroristas tenían que haber hablado en euskera en la serie, etc. Todo lo que uno puede considerar auténticas mandangas si se compara con la esencia de la historia que la serie cuenta, esa historia que a muchos nos conmovió cunando leímos la novela y volvió a emocionarnos cuando hemos visto la serie.

Escritores en el cuartel

Parece que vamos a tener nuevos Presupuestos Generales del Estado. El gobierno va a contar con los apoyos parlamentarios suficientes para ello. Uno de esos apoyos es el del PNV. Una de las compensaciones que el gobierno ha aceptado por ese apoyo es la enajenación de los cuarteles de Loyola, cuyos terrenos y edificios pasarían del Ministerio de Defensa al Ayuntamiento de San Sebastián. Comento este asunto sin ninguna intencionalidad política. Lo hago por la relación que esos cuarteles han tenido con un par de escritores. Les cuento.

Cuando supe de la noticia recordé que uno de mis autores preferidos, Antonio Muñoz Molina, hizo la mili (el servicio militar obligatorio) en uno de esos cuarteles del barrio de Loyola donostiarra. En octubre de 1979 Muñoz Molina hacía en Vitoria lo que se llamaba el campamento militar. Lo cuenta así en su libro Ardor guerrero: …una tarde nublada y ventosa de otoño, en octubre, en 1979, una de las tardes más tristes de mi vida, cuando llevaba sólo dos o tres días en el campamento y pensaba con horror en los catorce meses que me quedaban por delante… En aquellos días, cuando Muñoz Molina comenzaba su mili, yo terminaba la mía y comenzaba a trabajar de maestro de escuela. Después del campamento, que se realizaba en el CIR (Centro de Instrucción de Reclutas), te destinaban a un cuartel (para los menores de cuarenta años esto puede parecer historia ficción). En mi caso pasé del CIR de Cerro Muriano al cuartel de Lepanto, en Córdoba. El escritor de Úbeda pasó del CIR de Vitoria a uno de los cuarteles de Loyola, en San Sebastián. Vuelvo a Ardor guerrero: Habíamos llegado a San Sebastián, al barrio de Loyola, nos habíamos bajado de los autobuses a este lado del río, nos alineábamos sobre el puente, buscábamos nuestra documentación militar… y lo peor, decía Radio Macuto, era que lo destinaran a uno a Infantería y a San Sebastián, y dentro de San Sebastián a aquel cuartel de Cazadores de Montaña —de nombre, por cierto, tan sugerente como amenazador— frente a cuyas puertas ahora estábamos formando…

Pero no es sólo Muñoz Molina el escritor que tiene relación con los cuarteles de Loyola. Cuando conocí la noticia del próximo cambio de dueño me enteré que Miguel de Cervantes estuvo dos años, entre 1573 y 1575, en el Tercio Viejo de Sicilia, y que ese regimiento tiene su actual sede en dichos cuarteles. Es más, hace pocos años ese regimiento rindió un homenaje militar a tan ilustre soldado colocándose una placa en el patio de armas del cuartel. Me imagino que esa placa, en honor de quien con su pluma elevó la lengua castellana hasta las más altas cumbres (valga el tópico), desaparecerá del patio de armas cuando el edificio sea traspasado al nuevo dueño, desaparecerá como desaparece el castellano como lengua vehicular en los colegios que así lo decidan por petición/concesión de otros de los apoyos… Bien, corto porque, como ya dije, este texto tenía que ver con escritores y no con políticos.

Y la luz se hizo. Y a ella acudimos

Intentaré quitar transcendencia al texto de hoy, emborrizarlo, cual si fuese un dulce navideño, de una fina capa de trivialidad que lo haga más llevadero.

El pasado fin de semana algunas ciudades iluminaron sus calles y plazas céntricas con el tradicional alumbrado navideño. He visto imágenes en las que las personas acudían en masa atraídas por la multicolor iluminación, al igual que los mosquitos veraniegos acuden a la blanca luz de la farola callejera. Me dirán que era al aire libre, que la inmensa mayoría llevaba mascarilla, etc. pero, dando por supuesto que el cerebro humano tiene mayor capacidad que la del mosquito trompetero, no creo que sea muy conveniente, dada la situación epidémica, ese amontonamiento humano. No creo que sea lo más lógico, dada la tasa de contagio, enfermos y muertos que aún tenemos, que nos apretemos delante del puesto del mercadillo navideño para comprar las figuritas del belén mientras sentimos detrás el aliento (y algún posible virus) en nuestro cogote, mientras vemos que en el puesto, allá enfrente, en la estantería superior, el arcángel Gabriel, después de anunciar a María que va a ser madre de Jesús, anuncia a los allí congregados que se avecina la tercera ola.

Repito, perdonen el tono humorístico de lo escrito pero es que si me pongo serio podría ofender.

Hace unas semanas dudaba si este año las autoridades municipales iban a colocar el alumbrado navideño como cualquier otro año. Mis dudas ya han sido despejadas. Pensaba que este año ese alumbrado, si se colocaba (para no fastidiar a las empresas que se dedican al asunto de la iluminación),  podría haberse dispersado por los distintos barrios para evitar aglomeraciones en el centro. Pensaba que quizás era el año de disminuir la intensidad lumínica y dedicar parte del presupuesto a otras necesidades (suena a populismo pero todos tenemos derecho a nuestra ración del mismo). Pensaba que para compensar esa disminución de alumbrado podría haberse pedido a los ciudadanos que iluminasen sus balcones y fachadas organizándose concursos por calles o barrios en los que fuesen premiados los mejores de tal forma que la gente podría caminar por todas las calles de la ciudad viendo el espectáculo lumínico. Pensaba que el alumbrado oficial, además de motivos navideños, podría haber hecho referencia a lo que ha pasado estos últimos meses y, por ejemplo, junto las estrellas y los muñecos de nieve lumínicos hubiesen siluetas de sanitarios, cruces rojas hospitalarias, mascarillas de leds, etc. Yo que sé, pensaba tantas cosas. Lo que no pensaba es que todo iba a ser como siempre, como si nada hubiese pasado, como si nada estuviese pasando, como si nada fuese a pasar.

Y es que, hablando de luces… O yo tengo un cruce de cables que hace que se me enciendan todas las luces rojas con lo que estoy viendo, o los cables de nuestros gobernantes carecen de posibilidad de contacto y no se les enciende ni siquiera la bombilla que aparecía en algunas viñetas de los tebeos de mi infancia cuando a algún personaje se le ocurría una idea.

Del coche a la burra

Se empeñan en darme la razón. Y no quisiera yo que así fuese. Me refiero a la nueva ley de educación sobre la que escribía hace unos días, la octava desde que cambiamos de régimen político hace poco más de cuarenta años. Recuerdo que terminaba ese texto de la siguiente manera: Otra ley que nace con el apoyo de la mitad de la representación popular. Otra ley que tiene todas las papeletas para ser derogada cuando gane el otro bloque.

Y, sí, se empeñan en darme la razón porque el pasado domingo, en una manifestación automovilística, el líder del principal partido de la oposición declaraba que derogará esa ley en cuanto llegue al gobierno. Eso es lo que en el lenguaje popular se llama “vuelve la burra al trigo”. Entiendo que el gobierno ha hecho una ley sin consenso, con el apoyo de la mitad de los parlamentarios, y que la oposición esté enfadada. Pero, una vez que eso ha sucedido, la respuesta del señor Casado podría haber sido otra. Por ejemplo: “No estamos de acuerdo con esa ley. Cuando lleguemos al gobierno hablaremos con la oposición y la modificaremos buscando un mayor consenso con todos los grupos políticos.” Ya sé que es difícil imaginar declaraciones de ese tipo en nuestros dirigentes políticos. Pero, ¿es que no hay nada en esa ley que sea bueno para todos y que haya que conservar? ¿Por qué se empeñan en hacer y deshacer leyes como si fuesen yogures que hay que reponer en las estanterías de un supermercado cuando nadie ha demostrado que las leyes de educación deben tener una caducidad media de poco más de cinco años?

PS. Me comentan que escribo mucho de la ley de educación (perdonen, he pasado más de treinta y siete años en ese negocio) pero no me “mojo” diciendo si la apoyo o no. Pues, siendo fiel a mi manera de pensar, y aunque no soy gallego, les diré que… depende. Hay puntos que me gustan (favorecer la educación pública frente a la educación concertada), otros que no me gustan (el castellano como lengua no vehicular), otros sobre los que tengo dudas (la educación especial), etc. Pero, vuelvo a la idea principal, todo eso es negociable y se pueden llegar a acuerdos. Lo que no me parece competencial, por usar un término de mi  última etapa de maestro, es la actitud de nuestros políticos en este asunto.

Otra ley de educación

Leyes y Pactos educativos

Parece que tendremos una nueva ley de educación, la LOMLOE, acrónimo que ya me niego a descifrar. Conocida como la Ley Celaá, es una más de las siete u ocho leyes de educación que llevamos en cuarenta años. Un disparate.

Quienes se encuentran alejados de ciertos mundos (como el de la enseñanza) por motivos laborales o familiares no suelen pensar en el daño que determinadas decisiones pueden ocasionar en ese mundo. Quienes nada tienen que ver con la escuela (con el instituto, con la universidad), porque no tienen hijos que sean alumnos, suelen ser ajenos a esas medidas. Es lógico. Como otros somos ajenos a otros mundos y las medidas que en ellos se toman. Pero, la enseñanza, como la sanidad, siempre nos toca aunque sea de refilón, o siempre vuelve a nuestras vidas. Por eso me entristece el asunto de las numerosas leyes de educación.

La ley Celaá es una más, con sus dosis de matices doctrinarios que cada gobierno inculca a «su» ley de educación. Porque cada gobierno que ha habido en este país ha tenido «su» ley de educación con esos matices: religión evaluable sí-religión evaluable no, educación para la ciudadanía sí-educación para la ciudadanía no, pocos suspensos (número variable) para pasar de curso-muchos suspensos (número variable) para pasar de curso, protección de la enseñanza concertada-desprecio por la enseñanza concertada, etc.

Hay quien se pregunta si ésta será una buena ley de educación. Será buena para unos y mala para otros. ¿Por qué? Porque lo que algunos llaman «régimen», toda la etapa democrática en la que llevamos viviendo desde hace más de cuarenta años, no ha sido capaz de gestar una ley de educación consensuada, capaz de aguantar un sistema educativo digno y eficaz los años necesarios para que haya un número suficiente de promociones que avalen las virtudes de la misma y detecten los errores que deben ser corregidos. Como ya he dicho, cada gobierno que toma el poder hace su ley, bañada en sus matices (y más que matices) doctrinarios. Y así nos va.

Todo eso es grave. Pero mucho más lo es aquello que numerosas leyes de educación han tenido en común. Sí, también han tenido algo en común. Y, paradójicamente, eso que las une, a mí parecer,  tampoco ha sido positivo. Porque, además de los matices, está el espíritu de la ley. Y aquí es donde entra un artículo que me parece muy interesante.

https://blogs.elconfidencial.com/sociedad/espana-is-not-spain/2020-11-14/espiritu-mediocre-ley-celaa-wert-educacion-reforma_2832507/

PS. Escribí el texto anterior hace unos días, antes del debate en el Congreso de la ley Celaá. Ayer tarde fue aprobada con un voto más que la mayoría absoluta, 177. Otra ley que nace con el apoyo de la mitad de la representación popular. Otra ley que tiene todas las papeletas para ser derogada cuando gane el otro bloque.

Los «apóstoles» no viajan en camión

Ya saben ustedes que más de una vez he declarado mi gusto por el arte románico, tanto que me sigue interesando diez siglos después. Pues bien, el otro día veía por televisión la noticia de que la familia Franco (ese dictador que a algunos nos parece del tiempo del románico y a otros les parece que debería estar expuesto en Arco) debe abandonar por orden judicial el Pazo de Meirás. Informaba la noticia de que antes de dejar el pazo los Franco iban a vaciarlo de contenido y, utilizando el lenguaje de una compañía de seguros, dejarían sólo el continente. El edificio no es románico, pues lo mandó construir la escritora Emilia Pardo Bazán a finales del siglo XIX. Pero, entre el contenido del palacete gallego sí hay algo de aquella época.

En el pazo hay dos esculturas salidas del taller del maestro Mateo, dos esculturas que formaron parte del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela. Ese pórtico constaba de un peristilo (una antesala) en el que se encontraban esas dos imágenes, que representan a Abraham y a Isaac, junto con otras más. Cuando el pórtico se remodeló en el siglo XVI esas figuras fueron llevadas a otros lugares. Las de Abraham e Isaac pasaron por varias manos hasta que a mediados del siglo pasado el Ayuntamiento de Santiago se las compró a su anterior propietario el conde de Ximonde. Pues bien, estando en la Casa Consistorial compostelana, allá por 1956, la esposa del dictador, Carmen Polo, visitó el ayuntamiento y se enamoró, cual si fuesen un collar de perlas, de las esculturas y, lógicamente, éstas acabaron en la residencia veraniega de los Franco, en el Pazo de Meirás.

Y aquí, tras el recorrido histórico-artístico con tintes de pillaje y abuso de autoridad, vuelvo a la noticia que veía por televisión el otro día. Comentaba la reportera el conflicto de las citadas esculturas al ser reclamadas por el ayuntamiento santiaguino antes de que apareciese el camión de la mudanza de los herederos de Franco. Y se refería a ellas de la siguiente manera: Las esculturas románicas de los apóstoles Abraham e Isaac… Miré a mi santa mientras le preguntaba: ¿Ha dicho apóstoles?

Desde que se dejó de enseñar el Antiguo Testamento, tan políticamente incorrecto en los tiempos que vivimos (y no sólo por lo religioso), alguien puede decir por televisión que Abraham e Isaac son apóstoles y quedarse tan tranquila pues tal desliz pasará inadvertido para la mayoría de la audiencia. El primero y el segundo de los patriarcas del pueblo de Israel, Abraham figura fundamental de las tres religiones del Libro, Isaac hijo de Abraham, que a punto estuvo de ser sacrificado por su padre: Dios puso a prueba a Abraham: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moriá, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré»… Abraham e Isaac, personajes bíblicos esculpidos en piedra por el maestro Mateo, no son apóstoles, no. Ni deberían viajar en ese camión de mudanzas.