Hasta en las nimiedades hay mentira, mentirijillas que se decía antes. Y el fútbol es, para muchos de ellos, una nimiedad, un asunto banal, sin importancia. Se jactan de ser los más puros, de criticar el Mundial de Qatar por la calidad de los derechos humanos en ese país, como si los demás fuésemos ajenos a ello. Pontifican sobre el bien y el mal de la retransmisión televisiva de ese acontecimiento deportivo sabiendo que los derechos de esa transmisión los tiene su benefactor en asuntos mediáticos, el empresario Jaume Roures.
Y después de todo eso no tienen vergüenza en mostrarse públicamente tal como ven en la imagen. Una reunión masculina, heteropatriarcal, para ver la final del Mundial de Fútbol. Algo tan habitual como lo que hace ese pueblo a la que esta casta dirigente critica por distraernos con el circensis en lugar de luchar por el panem. Es maravillosa esa imagen tan llena de contradicciones. Sobre todo cuando uno ve la garrulería de algunos de sus seguidores condenando a los que hemos visto el Mundial cual si fuésemos unos depravados. Los tragaconsignas, los destripaterrones de la falsa moralidad, deberían exigirles a sus líderes… ¿Qué dejen de ver el fútbol? No, deberían exigirles a sus líderes que les programen cursos de formación para que ellos puedan disfrutar también del espectáculo.
Espectáculo… La final del domingo. La mejor que he visto. Y las he visto todas desde 1970. La final fue un espectáculo deportivo y un acto con características del teatro clásico griego. Fue una historia repleta de sentimientos adormecidos que se despiertan de manera brutal, de una acción – reacción capaz de noquear los cuerpos atléticos de los jugadores franceses y el savoir faire futbolero de la más canchera tradición futbolística argentina. A todo ello se le sumó el asunto del liderazgo personal. Los dieces de cada equipo representaban el eslabón de ese liderazgo, el relevo que la cronología manda que debe haber. ¿Messi le pasaba el testigo a Mbappé como mejor jugador del mundo? Puede ser. Lo que sí queda claro, para mí, es que el domingo, al conseguir el título, el argentino quedó consagrado como el mejor jugador de la historia de este deporte.