Qué espectáculo

Hasta en las nimiedades hay mentira, mentirijillas que se decía antes. Y el fútbol es, para muchos de ellos, una nimiedad, un asunto banal, sin importancia. Se jactan de ser los más puros, de criticar el Mundial de Qatar por la calidad de los derechos humanos en ese país, como si los demás fuésemos ajenos a ello. Pontifican sobre el bien y el mal de la retransmisión televisiva de ese acontecimiento deportivo sabiendo que los derechos de esa transmisión los tiene su benefactor en asuntos mediáticos, el empresario Jaume Roures.

Y después de todo eso no tienen vergüenza en mostrarse públicamente tal como ven en la imagen. Una reunión masculina, heteropatriarcal, para ver la final del Mundial de Fútbol. Algo tan habitual como lo que hace ese pueblo a la que esta casta dirigente critica por distraernos con el circensis en lugar de luchar por el panem. Es maravillosa esa imagen tan llena de contradicciones. Sobre todo cuando uno ve la garrulería de algunos de sus seguidores condenando a los que hemos visto el Mundial cual si fuésemos unos depravados. Los tragaconsignas, los destripaterrones de la falsa moralidad, deberían exigirles a sus líderes… ¿Qué dejen de ver el fútbol? No, deberían exigirles a sus líderes que les programen cursos de formación para que ellos puedan disfrutar también del espectáculo.

Espectáculo… La final del domingo. La mejor que he visto. Y las he visto todas desde 1970. La final fue un espectáculo deportivo y un acto con características del teatro clásico griego. Fue una historia repleta de sentimientos adormecidos que se despiertan de manera brutal, de una acción – reacción capaz de noquear los cuerpos atléticos de los jugadores franceses y el savoir faire futbolero de la más canchera tradición futbolística argentina. A todo ello se le sumó el asunto del liderazgo personal. Los dieces de cada equipo representaban el eslabón de ese liderazgo, el relevo que la cronología manda que debe haber. ¿Messi le pasaba el testigo a Mbappé como mejor jugador del mundo? Puede ser. Lo que sí queda claro, para mí, es que el domingo, al conseguir el título, el argentino quedó consagrado como el mejor jugador de la historia de este deporte.

Otro Desastre… Esperemos que no

Trece kilómetros separan la Punta de Tarifa de la Punta de Cires. Trece kilómetros de Estrecho separan España de Marruecos, dos naciones con un pasado común que tiene sus puntos tangenciales en Ceuta y Melilla. Es ahí, en esas dos ciudades, donde estas naciones coinciden y al mismo tiempo se alejan, separadas y unidas por vallas y puestos fronterizos, símbolos en cierta manera de dos mundos, dos culturas, muy diferentes.

Escuchaba anoche que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado han montado para hoy un dispositivo especial ante posibles disturbios porque estas dos naciones se encontrarán hoy lejos de esas vallas y esos pasos fronterizos, se encontrarán en un estadio de fútbol catarí. Y ya saben que a esto del fútbol se apuntan gente violenta que lo usa como escaparate y excusa para montar algaradas callejeras. Se habla de grupos de extrema derecha que parecen no haber olvidado aquello que se llamó la Guerra de Marruecos (que no fue una sino varias, desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX). Y se habla también de grupos de marroquíes que viven en España, jóvenes fanáticamente islamizados y que aprovecharían una posible victoria de Marruecos para calentar la noche de este Día constitucional. Escuchaba también anoche a una joven rapera llamar a la concordia entre unos y otros. Esperemos que así sea.

En lo futbolístico, uno hubiese firmado encontrarse en octavos de final con Marruecos. Sigo confiando que esta selección llegue a cuartos, pero tras el susto vivido hace unos días con la derrota ante Japón uno piensa en aquel Desastre de Annual en el que los rifeños de Abd el-Krim nos infligieron tremenda derrota. Esperemos que esta vez no sea así.

Cromos, cervezas, televisores y calendarios mundialistas de ayer y hoy

Me mandaba mi hijo hace unos días esa foto que ven. Son cromos del seleccionador y algunos jugadores de la Selección Española de Fútbol que va a disputar el Mundial. Cromos, qué palabra tan antigua, pensé. Pero, ya ven, todavía siguen existiendo. Debe ser de las pocas promociones que han utilizado este Mundial para captar clientes. No he visto el despliegue de lo que hasta hace poco era un acontecimiento que movía pasiones futbolísticas y promociones comerciales a partes iguales.

El clásico de muchos mundiales fueron las campañas publicitarias para cambiar el televisor y así poder ver los partidos con la última tecnología. Recuerdo que algún año incluso te pagaban si entregabas tu viejo televisor al comprar el último modelo para ver con nitidez y en pantalla de cuarenta pulgadas a Maradona driblar y dejar atrás futbolistas ingleses. No hace tanto, por ejemplo en el único Mundial que ganó España en Sudáfrica 2010, era habitual que la llegada de la competición se viese acompañada por promociones de bebidas, sobre todo de cervezas, que estaban decoradas con las imágenes de los futbolistas de la Selección. Todavía creo que en mi pisito de playa, lugar en el viví aquel momento histórico (sí, no exagero) debe quedar alguna lata de cerveza con el rostro de Iniesta como recordatorio de aquella gesta (qué no, qué no exagero).

Si nos remontamos muchos años atrás, a los setenta y ochenta del pasado siglo, uno recuerda con nostalgia que lo que ahora llaman comercio de cercanía, las tiendas del pueblo, regalaban a sus clientes unas pequeñas cartulinas impresas con el calendario del Mundial y la publicidad de la tienda, tal como hacían a finales de diciembre cuando regalaban los calendarios del feliz y próspero año nuevo que estaba por llegar. Me veo en ese pasado con mi calendario mundialista, rodeando con bolígrafo el día y la hora de los partidos de España y apuntando los resultados de cada partido en el diminuto espacio que el impresor había dejado para ello.

Y aunque uno tenga preparado el calendario de este Mundial como fondo de pantalla del ordenador, sustituyendo a aquellas pequeñas tarjetas de la tienda de electrodomésticos de mi pueblo, todo es muy diferente. En aquellos días el Mundial comenzaba cuando las clases acababan y la final te dejaba en plenas vacaciones de verano. En este atípico Mundial de otoño que comienza mañana la final nos dejará a punto de escuchar a los niños de san Idelfonso cantar los números del sorteo de Navidad. No es lo mismo, no.

Yo ¿sí/no? veré el Mundial

Qué me vais a contar que no sepa. Hoy se sabe todo. No como aquellos años en los que no había redes sociales y uno se enteraba a duras penas que aquel Mundial de Fútbol celebrado en Argentina en 1978 se jugó bajo el mando de una criminal dictadura militar que arrojaba a los disidentes desde aviones al Río de la Plata. Y dos años después, en 1980, vimos aquellos Juegos Olímpicos de Moscú, capital de la dictadura soviética que acababa de invadir Afganistán.

Qué me vais a contar que no sepa de Catar, ese país que parece vivir en la bipolaridad de tener edificios futuristas y leyes medievales. Ese país en el que las mujeres son personas de segunda, la homosexualidad está penada y varios miles de emigrantes sin derechos laborales han muerto en la construcción de estadios de fútbol.

Ya veis que conozco algo de historia y estoy enterado de la actualidad. También sé que ese Mundial de Fútbol que se va a disputar fue concedido a través de corrupción y, sepa Dios (y Alá), qué otras perversiones económicas. Como también sé algo de deportes os puedo decir que me parece una incongruencia que el torneo se celebre en está época en la que las competiciones futbolísticas nacionales y continentales están en pleno desarrollo.

Como sé todo eso (perdonen la arrogancia), y conozco las proclamas de muchos para que este Mundial sea boicoteado, ignorado, menospreciado y, por supuesto, que no sea seguido ni visto por televisión, uno podría estar, en estas horas previas a que se inicie la competición, sufriendo una especie de dilema moral. Porque, claro, uno es aficionado al fútbol desde niño, ha seguido los mundiales desde aquel de México de 1970 (sí, hace ya cincuenta y dos años) y ahora, según los predicadores de los púlpitos mediáticos, no debería ver este Mundial.

Ya ven, conozco todo lo negativo del acontecimiento, lo conozco y lo condeno. Me parece despreciable la manera en la que fue concedido, me parecen abominables las leyes y costumbres del país anfitrión, etc. Pero, ya pueden ir condenándome los puristas de todas las moralidades porque… yo si veré el Mundial. Por dos razones: porque me gusta el fútbol y porque sé el mundo en el que vivo. Y por una desesperanza: que yo vea o deje de ver el Mundial no va a hacer que Catar sea un país mejor.

Hay algo en lo que me parezco a Rafa Nadal

Hay algo en lo que me parezco a Rafa Nadal. Cada noche, antes de acostarme, me siento en el borde la cama, cojo una pequeña botella de agua que tengo en la mesilla de noche, bebo un trago, la cierro, la tomo por el cuello con mis dedos corazón, índice y pulgar y la coloco perfectamente alineada con el radio-reloj que tengo también en la mesilla. Es lo que está haciendo Nadal en esa imagen que ven y en otras miles que se pueden ver en Internet. Esa alineación botellil puede que tenga algo de manía, algo de persona excesivamente metódica, algo de rutina que no debe romperse…

Recordaba todo lo anterior viendo ayer tarde el partido de la final de Roland Garros entre Rafa Nadal y Casper Ruud. Lo recordaba mientras veía al tenista español con su rutina habitual de los primeros días de junio, no la de colocar las botellas perfectamente alineadas (que también) sino la de volver a ganar el torneo de tenis más prestigioso en tierra batida, volver a ganar un Grand Slam más (22), volver a ganar su decimocuarto Roland Garros.

Recordaba esa coincidencia que tengo con Nadal porque el partido fue tranquilo (la “gran final” fue en cuartos con Djokovic), porque el manacorí volvió a ser el tenista fiable de siempre, porque cuando juega Nadal uno espera que la victoria acabará de su parte. Lo que este hombre ha hecho, dadas sus condiciones físicas, sus dolencias corporales de los últimos años, es increíble al mismo tiempo que admirable.

Ayer se despidió del público diciendo: No sé lo que pasará en el futuro, pero lo voy a seguir intentado. Sea lo que sea, vuelva a París o no… ¡Vamos Rafa! Gracias, Rafa

Porque no siempre se elige lo más fácil…

El sábado por la tarde colgué en la baranda del patio de casa, lugar en el que iba a ver la final de la Champions (el patio, no la baranda), mi sudadera y la camiseta del Liverpool F.C. ¿Por anti madridismo? No (del todo). El Liverpool y el Ajax de Ámsterdam son mis dos equipos europeos desde hace muchos años, desde los setenta. Que esas prendas lucieran al viento y la foto la difundiera por redes sociales, cosa que casi nunca hago pues soy muy comedido en mis demostraciones de fan deportivo, era un llamamiento a los dioses del deporte para que esa noche no inclinaran la balanza de la suerte a favor del Real Madrid. Era una especie de último intento para romper esa dinámica que conozco hace muchos años por la cual el club blanco siempre (casi siempre) acaba ganando sean cuales sean las circunstancias del partido.

Lo intenté. Pero no pudo ser. Y tampoco me extrañó, porque una vez más, si examinamos el partido con los parámetros clásicos del fútbol, el Liverpool hizo mejor partido, tuvo más ocasiones… Pero perdió. Esta vez fue por el portero (gran partido de Courtois), como otras veces ha sido por… Yo que sé, por el empeño, por la suerte, por el árbitro, por la constancia, por la mala suerte del rival, por lo inexplicable. Lo hemos visto esta temporada. Han eliminado a los cuatro grandes clubs de la Europa futbolística: PSG, Chelsea, Manchester City y Liverpool. Ante ese palmarés tan sólo se puede echar la vista atrás y recordar que hasta los más preclaros madridistas (con los fanáticos no cuento) confiesan que hay veces que no saben explicar cómo ha sido posible que su equipo remonte y gane. No lo saben explicar porque en esta vida sigue habiendo hechos que son inexplicables. Y ante eso sólo cabe la fe del seguidor y la resignación del que no lo es.

Por ello, el sábado, mientras aireaba mis prendas liverpoolianas como últimas armas para luchar contra el destino, en el fondo sabía que ese destino ya estaba escrito y que fuese por lo que fuese el Madrid acabaría ganando. Ante esas circunstancias algunos recomiendan que lo fácil y lo más sano para la salud es hacerse seguidor del Madrid. Ante eso uno responde: nunca. Porque en esta vida, además de ganar, existen otros verbos que conjugar, incluso si de deporte (aunque sea de élite y comercializado) hablamos. Lo mismo que existen otros sentimientos que no son sólo los del orgullo por airear victorias conseguidas de maneras algunas veces inmerecidas e inexplicables. ¿Qué a todos nos gusta ganar? Claro. Pero, por ejemplo, desde el sábado yo soy más seguidor del Liverpool que lo era antes, porque jugó bien, mereció ganar, luchó contra el destino y, aunque, no pudo cambiarlo cuando caminas a través de una tormenta hay que mantener la cabeza bien alta y no tener miedo a la oscuridad.  Porque… Nunca caminarás solo. Porque no siempre se elige lo más fácil.

Sucesores

Los más jóvenes quizás no conozcan a quienes aparecen en la imagen superior, esa fotografía en blanco y negro que pertenece a los ya lejanos años setenta del pasado siglo. El señor de la gabardina es Marinus, “Rinus”, Michels, entrenador holandés que  innovó el fútbol de tal manera que uno nunca podrá olvidar aquella selección neerlandesa que desgraciadamente tan sólo fue subcampeona en el Mundial de 1974. En esa fotografía Michels era entrenador del Barcelona y quien aparece de espaldas es, claro, Johan Cruyff, el más famoso y singular Johan de la historia junto con Johann Sebastian Bach (si eres aficionado al fútbol y a la música). Con Rinus Michels el Barça comenzó a ser lo que fue años después, un equipo definido por un sistema de juego, un juego que intentaba (y a veces lo ha conseguido) hacer realidad aquel “fútbol total” de aquella selección a la que llamaron “la naranja mecánica”.

Años después, el que fuese “el 14” del invencible Ajax y 9 del Barca llegó a ser el entrenador del club y confirmó esa filosofía de juego en la que el gusto por el fútbol técnico y vistoso venía de la mano de los éxitos en los resultados (la primera Copa de Europa), un juego en el que los jugadores de centro del campo marcaban el ritmo del partido y controlaban el tiempo del mismo. De eso se encargaban futbolistas como el que aparece en la fotografía intermedia, Guardiola, que se empapaba de las lecciones de Cruyff al igual que el Flaco Johan lo había hecho con el maestro Rinus.

Como la historia sigue, y a veces es una cadena en la que los eslabones se entrelazan, aquel centrocampista, Guardiola, llegó a ser también el entrenador y, rodeado de una generación sublime de jugadores, el equipo desplegó el fútbol más vistoso, más agradable de ver (excepto para los rivales) que se había jugado en muchos años. Rodeado de un genio (Messi) y otros jugadores de un nivel excepcional (Busquets, Iniesta…), el que aparece en la imagen inferior escuchando al entrenador, Xavi, era quien llevaba la manija de aquel derroche de fútbol.

Y ahora, cuando el equipo aparece hundido en la ruina económica y futbolística, habría que añadir una cuarta tira a esa secuencia de imágenes escalonadas en la que Xavi aparecería como el entrenador que alecciona a… ¿Pedri, Gavi…? Pero, esa imagen no es posible porque para que tal secuencia se haga realidad debe pasar un tiempo, y ese tiempo debe demostrar que tal sucesión se ha hecho realidad con buen fútbol y éxitos deportivos, cosa que ahora mismo el que escribe no avista en el horizonte. Pero, como estamos hablando de fútbol puede que ese futurible, aunque difícil, se haga realidad. El tiempo lo dirá.

Lopetegui dijo no a Franco

lopeteguiQuienes poseen algún tipo de poder suelen rodearse de gentes que les divierten, que les asesoran, que les adulan… Desde que el noble romano Cayo Cilnio Mecenas fuese asesor del emperador Augusto y, al mismo tiempo, protector de artistas y poetas, esa relación ha sido una constante en la historia. Trovadores y bufones, escribanos y filósofos, economistas y asesores de imagen han sido empleados por emperadores y reyes, nobles y Papas, jefes de Estado y dictadores de toda laya.

Hace unos meses uno de esos poderosos llamó a su corte a un director para que dirigiese su orquesta de cámara cuando éste dirigía la Orquesta Nacional del país y estaba a punto de dar el concierto del año. Vale, dejemos los circunloquios y las comparaciones ficticias: Florentino contrató a Julen Lopetegui días antes de comenzar el Mundial de Fútbol. El enfado o la desilusión se extendió por la afición española cuando se conoció la noticia. Recordé aquellos días cuando el domingo me enteré que el padre de Julen le dijo no a Franco. El más poderoso de aquellos años mandó un emisario para que José Antonio Lopetegui (padre del entrenador), un forzudo levantador de piedras, se pasase al mundo del boxeo para que España tuviese un púgil capaz de sustituir a Paulino Uzcudun. El progenitor dijo no; el hijo dijo sí. Cuando el padre dijo no los mandamases buscaron a otro. El elegido fue Urtain, al que vi boxear por televisión en mis años mozos y  convertirse en gloria nacional para luego caer en el abismo y acabar suicidándose. Cuando el hijo dijo sí se convirtió en el entrenador del que algunos dicen que es el mejor club de fútbol del mundo para acabar siendo destituido a los pocos meses. Salvando las distancias, el tiempo y la tipología de los contratantes, quizás Julen debería haber tomado la opción que tomó su padre: decir no.

Ahora, a ver fútbol

fútbol

El fútbol se está volviendo cada día más previsible. Todo parece predeterminado, basado en un guión elaborado en el que es difícil improvisar. Así me pareció el partido de ayer, como una película de la que ya intuyes el final y acabas acertando.

Esperaba que en este Mundial llegásemos a cuartos de final. No esperaba más. Ni siquiera hemos llegado. Es, por lo tanto, una decepción. Pero, una decepción mínima porque, más que el ser eliminado, valoro que nos han eliminado solo un paso antes de lo esperado. Así me consuelo. Sufridor del futbol de la selección durante muchos años, alcance el goce pleno en aquellos años en los que enlazamos lo que nadie consiguió: Eurocopa – Mundial – Eurocopa. Con ese ciclo cumplí mi sueño de seguidor del equipo nacional. Ya sabía, presentía, que volveríamos a la funesta suerte de aquellos años de “furia española”, a las victorias insulsas a las que seguían derrotas dolorosas, etc. Es ese otro de los motivos por los que llevo a la estoica manera la eliminación de ayer. A partir de ahora veré el Mundial como simple aficionado al fútbol, esperando disfrutar de buenos partidos y poniendo mi simpatía en algún equipo más que en otro.

Y, ¿cuál puede ser ese equipo? Eliminada España e Islandia me resulta difícil elegir. Ya dejé de apoyar a Brasil, hace años, desde que su juego se europeizo con maneras defensivas; Francia es rival vecina que siempre se creyó superior; Inglaterra siempre será la “pérfida Albión” para los que nos aficionamos a esto siendo niños en los años sesenta… No sé, apostaré mis sentimientos a Colombia, Uruguay o México por aquello de los hermanos iberoamericanos. La otra hermana, la Argentina, aún debe andar bañada en un Mar de Lágrimas que dé salida a Bolivia al océano Atlántico (como vi el otro día en una de esas bromas que corren por la Red). Por cierto, en la novela Fractura, que leí cuando el Mundial comenzaba, uno de los personajes dice lo que sigue: “¿Viste que el pobre Messi nos lleva a todas las finales y las perdemos? Yo siempre le digo que eso me parece mejor, más trágico. Más argentino, en un punto.” Pues no, este año ni siquiera llegaron a la final. Como la Madre Patria, que se decía en aquellos años en los que Argentina llegaba y ganaba las finales. Ahora, ambos llevamos la tragedia compartida, viajamos cabizbajos como ese Messi que nunca agarró el título mundial. También compartimos tragedia con el hermano peninsular, con la selección portuguesa de ese CR que no anda nunca cabizbajo porque el esternocleidomastoideo (nunca pensé que encontraría un texto para incluir esa palabra) y otros músculos del cuello y de la soberbia no le permiten inclinar la cabeza.

Así pues, ahora, a ver fútbol. Huérfano de selección competidora, aparco definitivamente estas crónicas futboleras hasta ese Mundial bañado en corrupción que dicen se disputará en Qatar en pleno invierno. Esperemos verlo.

Camino despejado

caminoSe nos ha quedado un camino despejado de maleza, un camino sin enormes desniveles para llegar a la final. Vamos por la senda europea (tan solo se ha colado Colombia), por ese lado del cuadro en el que no está ya la más europea de las selecciones, Alemania, derrotada por Corea y eliminada por Suecia y México. Esa Alemania a la que el verano pasado, año sin Eurocopa ni Mundial, vi ganar ese torneo menor que es la Copa de Confederaciones con un equipo que no era el titular, al mismo tiempo que su selección sub21 también ganaba otra competición internacional. Parecían tener tres selecciones de confianza y han quedado eliminados a las primeras de cambio. Han igualado esa experiencia negativa que nosotros padecimos en el anterior Mundial de Brasil: pasar de ser campeones a ser expulsados del convite cuando tan solo se han servido los aperitivos.

Despejado el camino, tan solo podemos tener miedo a las minas encubiertas. La primera es la Rusia anfitriona (afortunadamente hay VAR) que bien pudiese verse beneficiada por el ambiente. Luego podría venir la Croacia que dispone de un gran centro del campo (con los españoles Modric y Rakitic) y por último Inglaterra.  Pero, nuestro peor enemigo somos nosotros mismos. Ese tiro en el pie que podemos padecer en cualquier momento puede venir de la escopeta de la indecisión a la hora de elegir recambio para jugadores que, claramente, no están en forma para el tramo final. Desde el portero al delantero centro hay dudas en todas las líneas y quien tiene que despejarlas ha llegado al mando de esa manera que todos sabemos. ¿Se encontrará con fuerza para mover las piezas o preferirá confiar en quienes han conquistado la primera colina  aunque haya sido dejando tras de sí un montón de dudas? Lo veremos el domingo.

Si nuestro lado del cuadro parece el de una Eurocopa, el otro lado sí parece el de un Mundial. La mezcla de selecciones europeas y sudamericanas da lugar a partidos de enorme atractivo: Uruguay contra la actual campeona de Europa (La doble G, Godín y Giménez frente a CR-YO), y Francia contra la Argentina al borde de un ataque de nervios. Además del Brasil – México y Japón – Bélgica.

Ante Mundial tan competido uno echa de menos (quién me lo iba a decir) a aquella Italia capaz de batirse y salir campeona sin tener jugadores deslumbrantes. Aquí se hubiese encontrado en su hábitat preferido. Pero, olvidemos ese factor de guerrilla futbolera para dar una oportunidad a las dieciséis selecciones que sobreviven y a los muchos futbolistas con calidad que hay en ellas. Ojalá el buen fútbol, competido y talentoso, aparezca en las eliminatorias a partir de mañana.