Amores confinados

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En estos días de confinamiento se ha hablado de lo mal que lo deben estar pasando las familias en las que conviven adultos, ancianos y niños en pisos de ochenta metros cuadrados, las personas con problemas psicológicos (autismo, esquizofrenia…), las mujeres que ya sufrían la violencia de sus parejas, los que tienen adicciones (juego, drogas…), etc. Pensando en ello me he acordado de otro caso, menor seguramente, menos importante quizás, para los que también el confinamiento ha debido suponer un doble castigo. Me refiero a los infieles (no hablo de religión), a los adúlteros, a quienes mantenían oculta (como debe de ser a no ser que seamos muy “liberales”) una relación de infidelidad con su pareja.

Pienso en esa gente que había iniciado un idilio amoroso a espaldas del otro, que concertaban citas secretas con la ilusión de encontrarse a escondidas en el refugio del amor anónimo en el que desahogar su pasión. Pienso en los miles de Emma Bovary y Léon Dupuis, en el Conde Alekséi Kiríllovich Vronski y en Ana Karenina… ¿Qué será durante estos días de esas parejas nacidas del amor escondido? ¿Mantendrán vivo ese fuego a través de video llamadas clandestinas en el cuarto de baño a altas horas de la madrugada? ¿Intentarán saltarse la normativa del estado de alarma para encontrarse en un apartamento vacío que un amigo común les ha dejado? ¿Les podrá el miedo al contagio o al código penal y su amor irá desapareciendo conforme pasan los días alejados el uno del otro? Quizás cuando todo Esto pase se escriban hermosas novelas y se hagan buenas películas contando, también, esas historias.