Militares y forajidos

militares

a) Otra singularidad de todo Esto es que uno puede ver pasar bajo su balcón a dos militares (él y ella, o viceversa) de la Brigada Guzmán el Bueno X. Sobre su uniforme militar lucen ese chaleco amarillo en el que se les identifica como agentes de la autoridad y el destacamento al que pertenecen. Patrullan calle adelante, cada uno por una acera, y cuando pasan bajo el balcón, el soldado levanta la cabeza y me observa; estoy a punto de cuadrarme y saludarle militarmente recordando así mis años de soldado fusilero y, posteriormente, cabo de ametralladora ligera. Se da la circunstancia, además, que soy compañero de armas de los que patrullan pues hice el servicio militar obligatorio (la mili) en el Regimiento La Reina nº 2, el cual estaba, y está, encuadrado en la Brigada Guzmán el Bueno X. De ese periodo de mi vida, no muy agradable, dejé constancia también Aquí. Eran otros tiempos, era otro Ejército…

b) No puedo evitarlo. Me miro con la mascarilla casera y no puedo evitar acordarme de aquellos forajidos (palabra en extinción) del Far West (expresión en extinción) de mi infancia y juventud. Aquellos forajidos de las novelas del Oeste escritas por Marcial Lafuente Estefanía, aquellos salteadores de bancos y trenes que cabalgaban en las películas de pistoleros que la familia solía ver unida los domingos por la tarde. Aquellos tipos duros se colocaban el pañuelo cual si fuese mascarilla, se calaban con fuerza el sombrero y se ajustaban los guantes tras tocar el revólver colgado en la cintura antes de entrar en acción. Casi lo mismo que hacemos ahora antes de ir a comprar el pan.