Viernes Santo en la empedrada Plaza de Capuchinos

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El lugar que ven en la foto es la cordobesa Plaza de Capuchinos. El señor con mascarilla está pasando justo delante de la puerta de la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, lugar en el que mi santa decidió que nos casásemos hace ya casi cuarenta años. Preside la plaza el conocido popularmente como Cristo de los Faroles. He estado en esa plaza muchas veces, he entrado a ella por los dos accesos que tiene, uno es el que ven al fondo, el de la Plaza de las Doblas, y el otro, el más hermoso, es al que se dirige el caminante solitario, el de la Cuesta del Bailío, lugares con ese encanto mágico que tienen muchos rincones cordobeses.

He cruzado esa plaza en paseos veraniegos cuando la calor aflojaba, he estado allí algunas tardes primaverales cuando el Viernes Santo salen en procesión la Señora de Córdoba y el Cristo de la Clemencia, me he fotografiado (el día de mi boda, y muchos años después con mis alumnos) delante del Cristo de los Faroles, he caminado por ese lugar tranquilamente y allí he formado parte de la típica bulla de la Semana Santa, he visto esa plaza tan solitaria como aparece en la foto y abarrotada por grupos de turistas… Lo que no recuerdo es haber visto nunca el suelo empedrado tan cubierto por el verde de la naturaleza que asoma entre esas piedras centenarias. Es otra consecuencia más de Esto que estamos viviendo. Ese suelo pisado una y otra vez por las zapatillas deportivas de estudiantes en excursión fin de curso, por el calzado cómodo y ligero de los turistas asiáticos, por los zapatos de tacón de hermosas mujeres cordobesas con mantilla del Viernes Santo, etc. lleva semanas libre del pisoteo humano y ello ha permitido que su empedrado se haya vestido de verde herbáceo. Hoy, esa plaza sería un trajín continuo y por la tarde estaría abarrotada de gente esperando la salida procesional. Hoy, esa plaza estará vacía, envuelta en el silencio de los recuerdos.