Gentes de mucha hermandad y colectividad

En pocos metros de distancia la ciudad te ofrece un mosaico de gentes tan diversa que pareciese que uno pasa de un mundo a otro. Y no solo hay diversidad de gentes sino de “maneras de vivir”, ese sintagma que siempre me trae a la memoria la canción del gran Rosendo.

Hemos caminado por la calle Feria y la calle Relator hasta la Plaza del Pumarejo, lugar que preside la casa palacio de los Pumarejo que ven en la imagen. De tan noble residencia el edificio pasó por numerosos avatares que lo acabaron convirtiendo en casa de vecinos de pequeñas viviendas en la planta alta y de talleres y comercios en la planta baja. Y así parece que continua por lo que veo cuando me adentro por el gran portal y me asomo al patio. Las escaleras están vedadas con un cordel y un cartel en el que pone “zona residencial” y en las dependencias que rodean el patio, más que talleres y comercios, hay personas que por su indumentaria, gestos y conversaciones podríamos llamar “gente alternativa”. Unos charlan sentados en los bancos de los soportales del patio, otros colocan un reproductor de música y algún altavoz… Se respira un ambiente que parece recordar las antiguas comunas hippies, en las ventanas superiores hay carteles reivindicativos dirigidos al ayuntamiento para que haga obras de conservación del edificio (“Con tanta humedad acabaremos siendo anfibios”, es uno que me parece muy original), etc. Salgo del patio, recojo a mi santa y a mi nieta, que se han quedado en el pequeño parque infantil de la plaza, y seguimos camino.

Unos metros más adelante está la basílica de la Virgen Macarena. Pero antes de llegar a ella sobreviene el contraste de gentes y maneras de vivir que les comentaba al principio. En el lateral de la basílica un par de señores ataviados a la tradicional manera del romero rociero tocan flauta y tamboril mientras una cohorte de jóvenes mozas vestidas con los trajes típicos ofrecen estampas, medallas, cintas para sombreros de la hermandad, etc. a cambio del correspondiente pago colaborativo. Se aleja la comitiva haciendo el camino, que en este caso no es de polvo sino de adoquinado granito, mientras me los imagino cruzándose con los alternativos del Pumarejo, unos lanzando al viento sus plegarias rocieras y los otros enarbolando pancartas con lemas como el que luce en la fachada de la otrora casa palacio: El afecto es Revolucionario. Ese choque de maneras de vivir sería fraternal, sería encuentro más que choque, porque, al fin y al cabo, tanto unos como otros, son gentes de mucha hermandad y mucha colectividad.

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