Derecho natural – Ignacio Martínez de Pisón

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Es ésta otra de esas historias familiares, como lo era “La buena reputación”, que el autor suele contar de manera tan natural que el lector parece formar parte de ella, o al menos tener una buena relación de vecindad y conocimiento de todos sus miembros. Es ésta la historia de una familia que hoy llamaríamos desestructurada (por lo menos a tiempo parcial) y que en aquellos años setenta se llamaba una familia con un cabeza de familia tarambana; es decir, con una padre informal y de poco juicio.

La historia nos la cuenta el hijo mayor de esa familia, Ángel Ortega, el único que parece estar más asentado en la realidad tan cambiante, de tanta imprevisión, que viven los demás personajes. Y nos la empieza a contar en un prólogo que en sí mismo sería un estupendo relato corto pero que tan sólo es uno de los puntos de inflexión (y hay varios) en los que se ve envuelta la vida de los Ortega. Al estar narrada en primera persona el lector siente más cercano todo el vaivén que el protagonista y su madre padecen cuando el progenitor aparece y desparece de sus vidas; ese vaivén vital arrastrará más tarde a los otros hermanos modelando las relaciones familiares y la formación personal de cada uno de ellos según el ritmo y el tipo de vida marcados por Ángel Ortega padre, pues narrador y progenitor comparten nombre.

Como la historia transcurre por aquellos años setenta y ochenta el autor vuelve a echar mano de la iconografía de aquella época que a este lector le resulta tan vivida. Los coches, la cámara fotográfica, la canción de Serrat… Y aquel cantante de pinta estrafalaria que se llamaba Demis Roussos, cuyas canciones eran habituales en los primeros bailes de adolescencia, y que en esta historia tiene tanta importancia como para ser protagonista de ese prólogo del que antes hablaba y para ser parte del final de la misma.

Este “Derecho natural”, que no es otra cosa que una de las asignaturas de la carrera que el protagonista estudia, y que relaciona su manera de ver la vida con la Filosofía y el Derecho, es una novela sólida y de lectura ágil y entretenida que nos retrotrae a aquellos años en los que se daban la mano lo viejo con lo nuevo (esos abuelos refraneros y esa novia yonqui), en los que la mujer comenzaba a abandonar el papel sumiso que la tradición y el viejo régimen le habían adjudicado para buscar por sí misma (es lo que hace la madre/esposa de Ángel/Ángel) aquello que se llamaban nuevos horizontes en la vida, etc. En definitiva, es una novela bien hecha, con un ritmo uniforme de principio a fin que se lee a gusto aunque sin excesivos entusiasmos.

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