Desde mi sombrilla 2013 – Simulacro

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En la playa hay un dispositivo permanente de protección al bañista: socorrista en elevada torre, casetas de primeros auxilios… Pero hace unos días las llamativas camisetas naranjas del personal que vela por la seguridad de los bañistas eran más numerosas y evidentes . Iban a realizar un simulacro de salvamento.

Observo a un señor vestido de “paisano”. El término “paisano” es una rémora de mi vida de obligado militar. Cuando uno hacía la “mili”, todo aquel que no iba vestido de militar iba vestido de paisano, fuese ejecutivo trajeado, ama de casa con bata de boatiné o torero en traje de luces. De ahí la sinécdoque que me lleva a hacer esas conjeturas con el vestuario. En este caso el señor vestido de paisano (en adelante SVP) lo era porque no usaba bañador ni arrastraba esa fosforescente tabla salvavidas que lleva consigo todo vigilante de la playa que sea digno de ser llamado de tan televisiva manera. El SVP era el coordinador del simulacro y vestía como usted o como yo. Lo que sí llevaba, y manejaba con destreza, el SVP era un walkie-talkie que usaba para coordinar a todos los elementos participantes en el simulacro.

Cuando el SVP colocó a todos sus hombres (stricto sensu, pues no había “vigilantas” que participasen en el acto) aparecieron, acompañados por un policía local, otros tres señores vestidos de paisano y una señora vestida de señora que se acercaron al coordinador atravesando las arenas playeras. Por su indumentaria, los gestos que realizaban, la documentación que portaban y la filmación con teléfono móvil que hicieron del acto supongo que serían los supervisores que valorarían a posteriori la eficacia de la actuación. Como los preparativos y la espera de las autoridades supervisoras se alargaron en el tiempo pude oír como uno de los dos socorristas que interpretaban, cual figurantes cinematográficos, el papel de posible ahogado, y que llevaba ya un buen rato en remojo alejado unos metros de la línea de playa, le gritaba a su compañero de fingido ahogamiento que “como la cosa no empiece van a tener que salvarme de verdad”.

Sin tener en cuenta la frase anterior el simulacro se desarrolló con toda la seriedad que estos hechos requieren. Tanto es así que, aunque los turistas nos habíamos percatado del carácter simulado de lo que acontecía, hubo un grupo de niñas que corrieron al ver como eran sacados de las procelosas aguas marinas los dos posibles ahogados. Y como lo hacían con rostros de preocupación y aturdimiento (las niñas, no los falsos ahogados) el SVP las detuvo con un gesto autoritario de su mano mientras con una sonrisa les advertía que “es un simulacro, que no es de verdad”. A lo que una de las niñas contestó: “Uf, pues menos mal. Porque parecía una película”.

Acabada la práctica de salvación el dispositivo montado se fue deshaciendo: la ambulancia regresó al cercano hospital, las autoridades supervisoras desparecieron con prontitud y los socorristas de la lancha salvavidas regresaban a ella. Fue entonces cuando, al pasar junto a un grupo de jóvenes y atractivas bañistas en top less, uno de los socorristas comentó a su compañero: “bueno, pues si no hay nadie más que necesite ser salvada… habrá que irse”. La placidez del agua del mar reflejó la sonrisa de algunas de las bañistas.

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